Enrique IV bien vale una serie
Entrega dedicada a la vida de uno de los reyes más importantes de la historia de Francia
Hola, ¿cómo estás?
Te vuelvo a escribir hoy después de ausentarme -con aviso- en julio. Un “pasaron cosas” pero esta vez fueron muy lindas y gratificantes: hice un bello viaje para visitar familiares y, de paso, recorrer algunas ciudades europeas. Nunca había ido y lo tenía pendiente desde hace varios años, después se postergó con la pandemia, y decidí hacerlo ahora. Sin dudas fue la mejor decisión. Y me saqué las ganas de pisar con mis pies, tocar con las manos y ver con mis ojos un montón de cosas que había estudiado a lo largo de varios años. En fin, volvamos a lo nuestro.
Sé que cuando te escribí la primera entrega de este newsletter te había dicho que la idea del mismo era (cito textual) “rescatar cuestiones que se discutan en la agenda actual y poder repensarlas desde el conocimiento histórico.” Sin embargo, hoy me voy a correr de esa pretensión. Un poco para escapar de lo “normal” de estas épocas de inmediatez, donde lo único que importa es el último momento. Prendes la tele y los noticieros tienen placas rojas de “urgente” hasta para anunciar si llueve o no. Además, Argentina no te da respiro: entre que cambia el ministro de economía cada semana, que te enterás por filtraciones periodísticas hasta cuánta sal le puso al almuerzo el presidente y que todo el país es un tirapostismo andante… La realidad a veces agobia demasiado. No pienso escapar de ella, pero sí tomarnos un descanso con lo que te escribo hoy.
Por eso, en vez de vincular un tema del presente con el pasado, en la edición de hoy voy a escribir sobre un capricho mío. El famoso “no hay por qué”. O sí hay una razón: en mi viajecito a Europa fueron varias las veces que pensé “tengo que contar la historia de este tipo”. ¿Viste cuando conoces una historia y decís “esto tiene que ser una serie de televisión”? Eso es lo que vas a leer hoy. Así que atentxs todos lxs productores y guionistas de plataformas de streaming, porque lo de hoy es oro puro.
Sé lo que estás pensando: ¿se puede saber de qué corno me vas a escribir hoy? Ni nada más ni nada menos, de mi rey francés favorito. Y esto no puede existir grieta o duda alguna: si te preguntan quién es tu rey favorito de la historia de Francia, la respuesta tiene que ser, si o si, Enrique IV.
Temporada 1: los inicios del futuro rey de Navarra
Vamos a contar la historia del amigo Enrique como un drama histórico de tres temporadas. El primer capítulo de la serie debería contar que el 13 de diciembre de 1553, en la ciudad de Pau, capital del reino de Navarra, nació Enrique de Borbón. Una aclaración importante: no confundir esta Baja Navarra, ubicada al sur de Francia, con la Navarra española. La Navarra de nuestra historia era un reino independiente que tenía como reina a Juana de Albret, quien era la madre de Enrique -por lo que, eventualmente, heredaría el trono-. Pero volvamos a nuestra serie: la misma no se va a entender sin un claro previously que explique en qué andaba Francia a mediados del siglo XVI.
Es que justamente el siglo XVI europeo no fue un siglo tranquilo. En 1517, un desconocido monje agustino que habitaba en un marginal pueblo alemán publicó un texto donde criticaba duramente la venta de indulgencias por parte de la Iglesia Católica. El monje en cuestión era Martin Lutero, el texto pasó a la historia como las 95 tesis y lo que vino a continuación fue una hecatombe monumental conocida como Reforma Protestante, que dividió al catolicismo y generó una amplia variedad de religiones cristianas reformadas no católicas. Más que discusiones teológicas, se estaban disputando las construcciones políticas, económicas y sociales de los estados europeos. Nos llevaría más de un newsletter meternos en este tema, así que volvamos a lo de hoy.
Esto es importante para entender el contexto francés en el que vivió nuestro protagonista Enrique. La Reforma protestante llegó a Francia como un conflicto entre católicos y los llamados hugonotes, el nombre con el que se conocía en este país a los calvinistas (seguidores protestantes de la doctrina de Calvino, en la fronteriza Ginebra). Para 1562, aproximadamente 2 millones de personas, cerca del 10% de la población de Francia, adherían al calvinismo. Estas ideas se difundieron también en las altas esferas de la nobleza, por ejemplo, dentro de la casa Borbón. Y acá terminamos con el previously y volvemos a donde nos quedamos: si bien Enrique fue bautizado como católico, su madre lo educó en los conceptos calvinistas.
Avanzamos nueve años en la historia para llegar a marzo de 1562. En esa fecha se dio la llamada “masacre de Wassy”, el primer episodio de las famosas “Guerra de Religión”: desde este año hasta abril de 1598, se dieron en Francia ocho guerras concatenadas que enfrentaron a católicos y hugonotes. Fueron uno de los verdaderos “Juegos de Tronos” de la Edad Moderna, lleno de batallas, conspiraciones palaciegas y matanzas espeluznantes. Posta te lo digo, si algún día tenes tiempo, todo lo que paso en esas décadas fue una fucking locura. O insistamos para que algún directivo de Disney, Netflix, Amazon o Polka lea este newsletter y haga la deseada serie.
El bando católico de esta contienda estaba liderado por el Clan Guisa, rama secundaria del linaje real francés, que gobernaba el ducado de Lorena. Por otro lado, varios príncipes del linaje real -por ejemplo, como ya te conté, de la Casa Borbón-, habían abrazado al bando hugonote. Todo este panorama se complica al considerar que la Iglesia Católica en Francia tenía rasgos particulares a partir del llamado "galicanismo". Esto consistía en que la monarquía tenía un fuerte dominio sobre la Iglesia francesa, gracias a un Concordato firmado en 1516 en la Bolonia. Por ejemplo, esto le permitía al rey nominar directamente candidatos para obispos y arzobispos vacantes (derecho que solía estar en manos del papa), lo que en la práctica consistía en imponer los nombres a Roma. En este sentido, la monarquía francesa, más que para Roma y el papado, jugaba para sí misma. Por eso, a lo largo de las Guerras de Religión, fue variando entre imponer tolerancias religiosas o apoyarse en algunos de los bandos, generalmente en los católicos.
Sé que te tire muchos nombres propios de golpe, pero es necesario para entender todo lo que viene. En fin, te lo resumo así nomás: galicanismo, catolicismo, calvinismo, y muchas guerras y muertes. En esta primera temporada, nuestro protagonista Enrique hereda los títulos de duque de Vendôme y de Borbón cuando su padre, Antonio de Borbón, murió en 1562 en la Primera guerra de religión, siendo uno de los líderes del bando hugonote. Enrique no se quedó atrás y, siendo un adolescente de quince años, se unió al bando hugonote y comenzó a luchar en la contienda a partir de la Tercera Guerra de religión. Este conflicto concluyó con un nuevo tratado de paz, firmado en Saint-Germain-en-Laye el 8 de agosto de 1570, con condiciones favorables a los protestantes. Para sellar la paz entre ambas facciones, la reina-madre, Catalina de Medici, decidió organizar una boda real entre su hija, Margarita de Valois, y nuestro Enrique de Borbón. Esto nos lleva a uno de los episodios centrales de la serie, por lo que ya pasamos a la segunda temporada.
Temporada 2: de la boda roja al trono de Francia
París, agosto de 1572, hace exactamente 450 años. Para ese entonces, el rey era Carlos IX, quien heredó la corona en 1560 con tan solo diez años, por lo que la regencia recayó en manos de su madre, un personaje clave en esta historia: Catalina de Médici. Fue ella quien planeó la boda entre Margarita y Enrique, católica y protestante, para sellar el fin del conflicto. Cuando Enrique estaba de viaje hacía París para casarse, falleció su madre, por lo que automáticamente se convirtió en Rey de Navarra. Por lo tanto, era la boda de una princesa y un rey. Una católica y un protestante. El 18 de agosto se celebró la boda en la Catedral de Notre Dame (quien pudiera), con las calles parisinas repletas de hugonotes que habían asistido al evento. Pero las cosas, a partir de entonces, tomaron un rumbo muy diferente al esperado…
El 22 de agosto el Almirante Gaspar de Coligny, líder de la facción protestante, fue baleado por un arcabucero. Hasta el día de hoy se discute quién dio la orden, pero todo pareciera indicar que el clan Guisa -¿te acordás? los ultra católicos- fueron parte del atentado. Los Guisa querían vengarse porque el anterior duque, Francisco de Guisa, había sido asesinado en 1563, presuntamente por orden de Coligny. Sin embargo, la venganza quedó a medio camino porque Coligny sobrevivió al atentado. Desde ya, los hugonotes reclaman justicia ante el rey y la reina-madre por el hecho. La realeza se sentía amenazada, y una nueva guerra parecía a punto de estallar. Lo que sucedió a continuación fue la boda roja histórica y verdadera, no la de Game of Thrones. Importante: a partir de este episodio finaliza el horario de protección al menor de este newsletter.
Las autoridades municipales de París recibieron la órdenes de cerrar las puertas de la ciudad, de encadenar las embarcaciones para que nadie escape y de armar a las milicias para mantener el orden. Poco antes de la medianoche, comenzaron a sonar las campanas de la Iglesia de Saint-Germain l'Auxerrois, en pleno corazón parisino. La orden estaba dada: el Almirante Coligny y alrededor de 50 líderes protestantes debían ser asesinados. El mismo Duque Enrique de Guisa participó del asesinato de Coligny: su cuerpo fue arrojado por la ventana, le cortaron los genitales, lo decapitaron, y arrastraron su cadáver por las calles de la ciudad hasta finalmente colgarlo de un patíbulo. The Guisa sends their regards. Sí, George R. R. Martin no inventó nada, es más, es un tibio. Ya era la madrugada del 24 de agosto, el día de San Bartolomé, uno de los apóstoles de Jesús que terminó dando nombre a una de las masacres más grandes de Europa durante la Edad Moderna: “la Matanza de San Bartolomé”.
Si bien la idea original era ajusticiar solamente a los cabecillas hugonotes, las cosas se salieron completamente de control y la plebe católica parisina comenzó a asesinar a absolutamente cada calvinista que se cruzara. Durante tres días las puertas de la ciudad permanecieron cerradas, y, a pesar de los pedidos del rey Carlos IX de finalizar las matanzas, los asesinatos en masa siguieron. Varias crónicas atestiguan que el río Sena se tiñó de rojo por los cadáveres que eran arrojados al agua. Como si fuera poco, varias ciudades francesas copiaron el ejemplo y comenzaron a asesinar hugonotes. Se estima que entre 6.000 y 7.000 personas resultaron asesinadas. El papa de ese entonces, Gregorio XIII (sí, el que reformó el calendario y le da nombre al actual) celebró la matanza con un Te Deum (¡¡¡!!!).
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Ahora bien, ¿quién planeó y ejecutó la masacre? Es otra cuestión que hasta el día de hoy se sigue discutiendo. En ese entonces, los protestantes culparon a Carlos IX, a Catalina y al Clan Guisa de planear la boda como una excusa para exterminar a los hugonotes. En cambio, desde el bando católico desmintieron las acusaciones y argumentaron que actuaron en legítima defensa. Todo parece indicar que el día anterior al atentado, el 23 de agosto, en una Sesión del Consejo Real -donde participaban el rey, la reina-Madre, el duque de Anjou, y posiblemente el duque de Guisa-, se tomó la decisión de ejecutar a los cincuenta protestantes señalados. Sigue existiendo mucho debate entre historiadorxs del por qué de esta decisión, de si estaba planeado de antemano, de cuánta participación tuvieron los agentes internacionales (desde los que actuaban para Roma o para la católica España).... Lógicamente, la masacre derivó en nuevas guerras de religión, con los hugonotes buscando venganza. Un ojo por ojo que nunca acababa.
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A todo esto… ¿en qué quedó la historia de nuestro Enrique IV? No quiero recuperar estereotipos machistas sobre suegras, pero Enrique tiene de qué quejarse, especialmente cuanta la madre de tu esposa lleva el apellido Médici. Si algo salió mal en un casamiento que hayas ido, pensá en el pobre de Quique (ya hay confianza, viste). Desde ya, no se cargan culpas sobre él por la matanza. Y por ser un príncipe de sangre no atentaron contra su persona, y, para terminar de zafar, a las pocas semanas se vio obligado a abjurar de la fe protestante y convertirse al catolicismo. No le quedaba otra. Pero luego de un par de años se unió a los malcontents, una fracción mixta que reunía a nobles católicos moderados y hugonotes de sangre real. Enrique se convirtió en una de las principales figuras políticas de esta alianza, por lo que fue encarcelado y luego mantenido como rehén en la corte. Sin embargo, logró escapar en 1576 y recuperar su verdadera fe calvinista. Chau catolicismo, protestante nuevamente.
La historia sigue con el fallecimiento del rey Carlos IX en 1574, cuando tenía tan solo 23 años, y la llegada a la corona de su hermano, Enrique III. El problema fue que unos años después, en 1584, falleció el último hermano, Francisco de Anjou. El sucesor directo a la corona que quedaba era nuestro Enrique de Borbón (una casa secundaria de la dinastía Capeto) que contaba con el visto bueno del rey y, sin ir más lejos, seguía siendo el esposo de Margarita de Valois, aunque separados de hecho. Ya sé, muchos Enriques, pero todavía falta: los archi católicos Guisa, liderados por su duque -adivina el nombre- Enrique de Guisa pusieron el grito en el cielo ya que un protestante entraba en la línea hereditaria del trono, encabezando la Liga Católica. De esta manera se desencadenó una de las últimas guerras de religión, conocida como la “Guerra de los tres Enriques”. Y sí, otro nombre no podía tener. Son muchos los episodios de esta guerra pero lo importante es que de los tres solo un Enrique sobrevivió: Enrique de Guisa fue asesinado por orden de Enrique III, y este luego fue asesinado en 1589 por un fraile dominico simpatizante de la Liga Católica. La corona quedaba vacía, y solo una persona podía ponerla: Enrique de Borbón. Solo un problema lo separaba de asumir como rey: era protestante, y las leyes fundamentales del reino de Francia obligaban que los reyes fueran varones y católicos, (como Dios manda, ¿no?). De esta manera, nos metemos en la tercera y última temporada, con esta pregunta flotando: ¿cómo logró Enrique acceder al trono?
Temporada 3: Enrique “el Grande”, “el Buen Rey” o el “Viejo Verde”
Esta temporada comienza con nuestro Enrique IV intentando conseguir una fórmula para acceder al trono. En el medio de una Francia completamente convulsionada, con una gran mayoría católica que todavía pedía venganza por el asesinato del duque de Guisa, Enrique necesitaba algún gesto hacia los católicos. Pero años de guerra no se iban a solucionar con un simple gesto o una medida compensatoria. Por eso, la sucesión monárquica solamente se solucionó cuando en 1593 Enrique de Borbón decidió abandonar el protestantismo y convertirse al catolicismo. El 25 de julio de ese año, en Saint-Denis, se dió la ceremonia donde Enrique pronunció la fe católico, recibió el perdón de la Iglesia romana, asistió a misa y recibió la eucaristía. Esa decisión quedó inmortalizada por su famosísima frase “París bien vale una misa”. Literalmente, en una ceremonia de un par de horas, a Enrique se le abrieron las puertas de acceso al trono real francés. Nació católico, se educó y luchó por la causa protestante, lo obligaron a volver al catolicismo, retomó el protestantismo por causa propia, y finalmente abrazó el catolicismo para llegar a la corona. Chapeau, Enrique. Para que vean la fama que alcanzó la frase, cuando Messi firmó para el PSG el año pasado, L'Equipe título su siguiente número “París bien vale un Messi” (misa en francés se dice Messe, por lo que solamente fue necesario cambiar una letra).
El 27 de febrero de 1594, Enrique IV fue consagrado como Rey de Francia (ya lo era también de Navarra) en la catedral de Chartres. Días después, entró finalmente a París. Se iniciaba la dinastía Borbón en el reino. A la vez, otorgó un amplio perdón a la gran mayoría de los que habían participado en las guerras de religión. Finalmente, el 30 de abril de 1598, Enrique IV promulga el Edicto de Nantes, una normativa de tolerancia que le aseguraba la libertad de culto en las regiones donde el calvinismo ya se encontraba instalado en esa época (aunque impedía el mismo en ciudades importantes como París). Si bien en la práctica significó reconocer la legalidad de los hugonotes, logró que los protestantes no se difundan a nuevas regiones del reino. De esta forma, se ponía el fin a más de cuarenta años de Guerras de Religión en Francia. Comenzaban los años de paz.
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Acá nos metemos en episodios de la última temporada donde el conflicto político se calma un poco y se dan los años de esplendor del reinado de Enrique IV. Lo que no se calmó fue su vida amorosa. El rey se divorció de Margarita de Valois -quien había estado del bando de la Liga Católica y hasta el momento no había dejado descendencia- y se casó con María de Médici, con quien tuvo seis hijos, incluyendo el futuro rey Luis XIII (lo que convierte a Enrique IV en el abuelo del célebre Luis XIV, el rey sol). Sin embargo, practicó, como decirlo, el poliamor. Algunos rumores hablan de que llegó a tener 18 amantes…al mismo tiempo. Y, obviamente, una gran cantidad de hijxs bastardos. De vuelta, Game of Thrones no inventó nada. Como solía vestir el color verde, se le puso el apodo de le vert galant: el galán verde. Es más, hoy en día existe esta estatua suya al lado del Puente Nuevo en la Île de la Cité, una isla parisina en el medio del Sena que alberga, entre otros edificios, la Catedral de Notre Dame, la Sainte Chapelle y la Conciergerie. Cuestión, el parque que está atrás de la estatua se llama “Square du Vert-Galant” (Plaza del Galán Verde). Algunos también afirman que de ahí viene lo de viejo verde.
Igualmente, no se lo conocía únicamente como un mujeriego. Después de tanta guerra, sus años fueron de paz y prosperidad para el pueblo francés. Su lema de gobierno era “Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos”. Exactamente lo que estás pensando: Enrique IV de Borbón inventó el peronismo. Mi rey Enrique, cuánto vales. 450 años de peronismo. En fin, por eso se lo conoce como Enrique el Grande o el Buen Rey. Una canción francesa muy popular, que comenzó a componerse en esa época en honor al rey y titulada “Vive le roi Henri”, canta lo siguiente en su estribillo: Viva Enrique IV/Viva este rey valiente/Este diablo cuádruple/ Tiene el triple talento/De beber, de combatir, y de ser un galán verde. ¿Ahora ya entiendes por qué tiene que ser, sí o sí, tu rey francés favorito? Un verdadero rockstar.
Igualmente, nuestra serie tiene que tener un clímax y un final, y eso va a llegar con la muerte de Enrique IV. Y es que no murió precisamente de viejo o verde: el 14 de mayo de 1610 fue asesinado a puñaladas por François Ravaillac, un fanatico catolico que se opone a su política religiosa. Tenía 56 años. Su cuerpo fue momificado para ser conservado en buen estado, y enterrado en la Basílica de Saint-Denis. Vos estás pensando que acá termina la serie, pero no es así: Enrique IV siguió teniendo una suerte increíble aun muerto.
La secuela: En búsqueda de la cabeza perdida
Como toda buena serie, la historia de Enrique IV merece una secuela, en este caso, centrada en su cadáver. Pero para eso nos tenemos que transportar casi dos siglos hacia adelante: hacia el año 1793, en plena Revolución Francesa. Y no es un momento más de la Revolución, ya que eran las jornadas de mayor radicalidad, donde los jacobinos habían accedido al poder. Parece que a algunos no les fue suficiente con cortarle la cabeza al rey, y decidieron terminar también con las tumbas reales, ubicadas en la basílica de Saint-Denis.
Ya el año anterior, gran parte de las tumbas de la Catedral fueron destruidas a partir de la orden -luego de la abolición de la monarquía - de fundir todos los monumentos en metales. La Convención Nacional, para celebrar el primer aniversario de la toma del Palacio de las Tullerías el 10 de agosto de 1792, decidió destruir las tumbas y exhumar los cuerpos de los monarcas franceses. Cuando empezaron a abrir las tumbas se encontraron con que el cuerpo de Enrique IV era de los que mejor conservados estaban, gracias a las técnicas de momificación que le habían realizado, por lo que fue expuesto unos días al público. Los cuerpos terminaron siendo enterrados en fosas comunes, y a lo largo de estas jornadas muchos curiosos se llevaron “tesoros” de los antiguos reyes.
Luego de la caída de Napoleón Bonaparte y la restauración monárquica, se decidió reparar las tumbas monárquicas de Saint-Denis e inhumar los cuerpos de los reyes en un osario común. Pero se encontraron con que a tres cadáveres les faltaba la cabeza. Como no podía ser de otra manera, uno de estos cuerpos decapitados era de Enrique IV.
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Por muchos años no se supo que pasó con la cabeza hasta que un francés, Joseph-Émile Bourdais, la compró en una subasta en 1919. Bourdais se la intentó vender al Museo del Louvre, pero nadie le creyó que era la verdadera cabeza de Enrique IV. Luego de su muerte, la reliquia se vendió a otro propietario, Jacques Bellanger, quien la mantuvo oculta en su casa hasta que en el año 2008 abrió las puertas de la misma: en un estante del hogar del jubilado se encontraba la cabeza del gran rey francés. Investigaciones posteriores lograron confirmar la autenticidad del cráneo recuperado, por lo que fue enterrado con el resto de sus familiares Borbones en Saint-Denis. Si este no fue suficiente morbo para usted, a continuación podés ver una foto de la cabeza.
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Algunos refutadores de la leyenda, como diría Dolina, todavía discuten la autenticidad de la reliquia, pero yo elijo creer.1
Popurri
El popurrí de hoy está centrado en los setenta años del fallecimiento de Evita. Hay mucho para ver, leer y conocer sobre el tema:
Lo que más ruido mediático generó estos días sobre la cuestión fue el lanzamiento de la serie Santa Evita, adaptada de la novela de Tomás Eloy Martínez. Soledad Quereilhac, Paola Cortés-Rocca y Juan Mattio analizaron las representaciones que se hicieron de Eva. Existe una cuasi constante: la obsesión con la Evita muerta, que olvida y relega la potencia política que tuvo, tiene y tendrá Evita.
Para no caer en la novela de Eloy Martínez, el gran Martin Kohan recomienda cuatro ficciones sobre Eva.
Existieron varios homenajes el 26 de julio por el aniversario, pero varios continúan en estas semanas. Por ejemplo, el Museo Evita presenta la exhibición temporaria "Un museo para Evitar. El sueño fue posible". Y en el Centro Cultural Kirchner se puede visitar “Nadie sino el pueblo me llama Evita”, una muestra artística de Daniel Santoro. También en el CCK se puede visitar la muestra fotográfica Vocación y destino, una exhibición que reúne fotografías de Annemarie Heinrich, Alberto Hayllí, Pinélides Fusco y Martínez sobre Eva Peron. Todos gratis, obvio.
Disfruté esta charla de Julia Rosemberg con Pedro Rosemblat en su programa Gelatina. Nunca está de más recomendar su libro Eva y las mujeres: historia de una irreverencia.
Tampoco está de más revisitar las conmovedoras imágenes históricas sobre el funeral multitudinario de Evita.
Además de profanar el cuerpo de Eva, no nos olvidemos que el 16 de junio de 1955 se bombardearon y asesinaron civiles en la Plaza de Mayo. La editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA publicó un libro que recoge testimonios sobre el horror de los bombardeos. Se puede descargar gratuitamente acá. También puedes leer una nota de, nuevamente, Soledad Quereilhac, presentando la novedad editorial.
Conoce la historia del "Monumento al Descamisado", la colosal obra que diseñó el peronismo para albergar los restos de Evita. La nota cuenta que de haberse concluido, pudo ser la obra pública arquitectónica más fastuosa del mundo. Dan cuenta de ello sus 138 metros de altura, 100 metros de diámetro basal, más de 30 niveles, 14 ascensores, un mirador en altura, 42.000 toneladas de cemento y la cripta subterránea donde descansaban los restos de Eva Duarte dentro de un sarcófago de 400 kilos de plata. Pensemos que supera en altura, por ejemplo, a la torre de Pisa, a la estatua de la Libertad o la torre Eiffel”. Nuevamente, todo se frenó y destruyó en 1955 con el Golpe de Estado.
¡Espero que hayas disfrutado la entrega de hoy! Sé que fueron muchos nombres, fechas, datos y Enriques. Pero la historia realmente vale la pena. Esperemos que llegue la serie algún día. La única película hollywoodense conocida sobre el tema es “Reina Margot”, pero queda mucho más por exprimir. Una aclaración que quizás supusiste: las fotos que aclaran “julio 2022” fueron tomadas por mí en este último viaje. Fue muy emocionante para mí visitar de primera mano los escenarios de esta y tantas historias…
Hasta acá llegamos hoy. Como siempre, podés responderme este correo para contarme qué te pareció lo que te escribí hoy, para seguir debatiendo algún tema o para cualquier devolución en general. También me podés sugerir sobre qué cuestiones históricas te interesaría que te escriba las próximas veces.
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¡Abrazo!
Santiago
Nos merecemos más libros en español sobre la vida de Enrique IV y las Guerras de Religión en Francia. Por eso, la mayoría de la información para escribir la edición de hoy la saqué de apuntes y desgrabados de las clases que cursé de Historia Moderna que dictó Fabián Campagne, uno de los mejores profesores que tuve en la carrera.