Argentina, 1986
Los debates en la política nacional a partir del mítico partido Argentina-Inglaterra del mundial de México 86
¡Buenas! ¿Cómo estás, todo bien?
La pregunta es prácticamente retórica: me imagino que, si estás igual que yo, en estos momentos tu única preocupación es el mundial de fútbol. La verdad es que cuando me senté a escribir la entrega de hoy -la última del año- pensé en correr el eje de la Copa del Mundo y patear la pelota para otro lado. Sin embargo, se me hizo imposible. Las ideas me llevaban nuevamente hacia la redonda. Así que hoy te voy a escribir sobre una historia mundialista, posiblemente la más importante que tuvo este país: el trasfondo político del partido entre Argentina e Inglaterra por los cuartos de final de 1986, donde Maradona nos regaló la famosa “mano de Dios” y el mejor gol del siglo. Eso sí: prometo lectura liviana, que es diciembre y estamos todxs entre cansadxs por el año que termina y nerviosxs por el mundial.
Tal vez te estés preguntando muchas veces en estos días “¿por qué carajo nos ponemos tan nerviosxs con un estúpido partido?”. De eso ya charlamos la vez pasada, pero volvemos a lo central: el deporte en general, y el fútbol en particular, son uno de los principales movimientos culturales populares desde el siglo XX. Por eso se juega mucho más que un evento deportivo. Y muchas veces se transforman en catalizadores de conflictos políticos. En esta semana pasó con Estados Unidos-Irán y con Suiza-Serbia. Probablemente uno de los partidos más significativos de la historia, políticamente hablando, pero también futbolísticamente, fue ese Argentina-Inglaterra de 1986. Su impacto trascendió al ámbito local: ¿viste que en Bangladesh son fanáticxs de la selección argentina? La razón de este fanatismo se remonta a este partido, donde nuestrxs compatriotas bangladesíes sintieron que Maradona había vengado la ocupación colonial británica. Pero hoy no te voy a escribir sobre los hermanos de Bangladesh sino sobre el contexto del partido. Ya sé que es muy obvio: cuatro años después de la Guerra de Malvinas, el partido ponía cara a cara a las selecciones de los dos países que se habían enfrentado en el conflicto bélico. Pero quizás no sabes cómo, en los días previos, la pelota comenzó a rodar dentro de los centros del poder político argentino. Incluso se amenazó con retirar a la selección del mundial. Conocé toda la historia en esta entrega de Una Buena Historia.
El partido en cuestión
Sobre el partido en cuestión, el periodista Andrés Burgo escribió uno de los mejores libros sobre fútbol: El partido. Argentina - Inglaterra 1986. Incluso se reeditó hace un par de años. Una investigación enorme que recupera cada detalle sobre todo lo que se dio alrededor del partido de ese 22 de junio de 1986, desde cómo se confeccionó la legendaria camiseta suplente hasta quién sacó la mítica foto de “la mano de Dios”. Recomiendo su lectura para la playa o la montaña en este verano.
Una de las cuestiones que más me sorprendió cuando lo leí, y que se desconoce profundamente, fue la de las reacciones que despertó el match en la clase política argentina. Pero antes, repasemos el contexto. Lo central y lo obvio es que el partido se disputó en los años inmediatamente posteriores a la Guerra de Malvinas (recordá que este año, por aniversario número 40 de la guerra, hubo edición especial de Una Buena Historia dedicada a pensar el conflicto bélico). Más allá de que un partido de fútbol no iba a devolver al país las vidas perdidas ni el control sobre las Malvinas, era inevitable para los jugadores y para gran parte del país no pensarlo como la oportunidad perfecta de revancha. Incluso muchos jugadores pertenecían a la misma camada que los conscriptos que habían sido enviados a pelear a las Islas. Siempre recuerdo este bello relato de Eduardo Sacheri de cómo vivió personalmente ese día.
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¿Argentina abandona el mundial por el PJ?
Pero volvamos a cómo impactó en la política nacional el choque futbolístico entre Argentina e Inglaterra. En su libro, Burgo relata que, en los días previos al partido, diferentes políticos buscaron involucrarse en el encuentro. Por ejemplo, Miguel Ángel Alterach, quien en ese entonces era diputado por el peronismo y había sido gobernador de Misiones hasta el golpe militar de 1976, le envió un telegrama al presidente de la AFA de ese entonces, nada más ni nada menos que Julio Humberto “todo pasa” Grondona, pidiéndole que la selección hiciera un minuto de silencio antes de que arrancara el partido como homenaje a los muertos en la guerra. También otros legisladores presentaron un proyecto de ley para que la camiseta que usara la selección Argentina tuviera estampado el dibujo de las Islas Malvinas.
Pero sin dudas la propuesta más drástica llegó el viernes 20 de junio, dos días antes del partido, a manos de ocho senadores del Partido Justicialista (opositores al gobierno del radical Raúl Alfonsín): le solicitaban al presidente que la selección no se presentará a jugar contra Inglaterra. La mañana siguiente, el sábado 21, el diario Crónica anunciaba en su portada que “Senadores nacionales piden que Argentina se retire del Mundial”. No eran reclamos aislados ni títulos amarillistas: realmente existió el debate y el pedido de que el partido no se jugara. José Humberto Martiarena, quien había sido gobernador de Jujuy y en aquel 1986 se desempeñaba como presidente del bloque del PJ en el Senado, declaró que “Jugar contra Inglaterra atenta contra nuestra soberanía en las Malvinas. No podemos mantener relaciones comerciales ni deportivas mientras esa nación tenga una actitud beligerante con nosotros”. Otro diputado peronista, Alberto Brito Lima, le pidió por escrito al canciller, Dante Caputo, que gestionará el regreso de los jugadores desde México. El propio Secretario de Deportes, Rodolfo O’Reilly, tuvo que salir a declarar ese día en Clarín que “el presidente de la AFA me aseguró que el equipo jugará con el fervor necesario. Me parece de muy mal gusto comparar una confrontación deportiva con lo que pasó en Malvinas. El país no ganaría nada retirando el equipo del Mundial”.
La cuestión deportiva se transformaba netamente en geopolítica. Un debate similar se había desarrollado en 1984 cuando se dio el primer choque futbolístico entre argentinos e ingleses después de Malvinas: la final de la Copa Intercontinental entre Independiente y Liverpool (trofeo que quedó en manos del club argentino, aunque el partido corrió riesgo de no jugarse en la previa). Eran tiempos de ruptura diplomática entre Argentina y Gran Bretaña, donde ninguno de los dos Estados tenía embajada en el otro país. Jugar el partido era, en política internacional, reconocer la existencia del otro Estado.
A todo esto, ¿cuál fue la reacción del presidente Alfonsín? Como te imaginarás, no dio lugar a los reclamos de los legisladores peronistas. Menos mal. En público le deseó suerte al equipo, mientras delegó el asunto en Dante Caputo. Este se comunicó por teléfono con Facundo Suárez, el embajador argentino en México, para asegurarse que solamente sea un choque futbolístico y no pase a mayores. Una postura similar había tenido el embajador británico, John Morgan. Temían que se desate un baño de sangre entre hooligans y barras bravas argentinos que entorpezca los intentos para normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos países.
¡Rajen a Bilardo!
Ahora bien, esto no significaba que Alfonsín no se hubiera involucrado en la cuestión mundialista. En los meses previos, el presidente le solicitó a Rodolfo O’Reilly que hiciera algo para echar a Carlos Bilardo, el técnico de la selección. Alfonsín era simpatizante de Independiente (había intercedido a favor de que se jugará la final de 1984) y se paraba del lado menottista de la grieta que dividía al fútbol argentino. El propio O’Reilly aseguró, años después, que Alfonsín le había solicitado en diversas ocasiones que echara a Bilardo, incluso en los momentos más álgidos de discusión de los meses del Juicio a las Juntas. Otra escena que no apareció en la película Argentina, 1985. Pero la Secretaría de Deportes no tenía jurisdicción sobre la AFA para destituir al entrenador, por lo que el intento provino de la prensa. En una entrevista realizada en abril de 1986, a pocos meses del mundial, con el diario Tiempo Argentino, afín al gobierno radical, O’Reilly declaró lo siguiente acerca de la selección: “Para mí no anda ni para atrás ni para adelante. Cada vez que la veo, no me gusta nada como juega. Hasta ahora no ha demostrado ser un equipo. A mí no me gusta nada.”
Las declaraciones fueron una bomba en la prensa deportiva, que comenzaron a confabular en las horas posteriores con quién podía ser el reemplazante de Bilardo. Incluso se mencionó el nombre de César Luis Menotti. Al punto de que Maradona, desde Italia y en una entrevista con Radio Mitre, tuvo que salir a bancar al técnico: “Si tocan a Bilardo, nos vamos todos”. Por esto, Argentina siguió con el mismo técnico, gracias al apoyo de Diego y de Grondona. Lo gracioso de la historia es que el propio Bilardo contó tiempo después que él ya sabía que se estaba orquestando un “golpe de Estado” (así lo llama él) en su contra porque se lo habían contando los mozos y taxistas del microcentro porteño, testigos silenciosos de las esferas del poder político que se encontraban confabulados con el director técnico de la selección.
Todos conocemos el final de la historia. Por suerte fracasaron tanto los intentos peronistas de suspender el partido como del gobierno radical de destituir a Bilardo. Luego de la victoria argentina 2-1 sobre Inglaterra, Alfonsín le mandó un telegrama al equipo: “Mi felicitación que se suma a la de todos los argentinos”. En los días siguientes, Argentina venció a Bélgica en semifinales y a Alemania Federal en la final (recordá que en esa época todavía existía el Muro de Berlín), coronándose campeón del mundo. Diego pudo cumplir su sueño de pibe. Y Alfonsín, a los pocos días, pudo tener en sus manos el objeto más deseado por todos. Por su lado, Bilardo nunca le perdonó su “intento de golpe”.
Popurrí
La voz y el cuerpo de la resistencia
El pasado 20 de noviembre, cuando en Argentina se celebraba el Día de la Soberanía Nacional, falleció Hebe de Bonafini, presidenta de la asociación Madres de Plaza de Mayo desde 1979. Emblema de la lucha de los derechos humanos en la Argentina y voz rebelde ante toda injusticia, Hebe deja un legado enorme. En esta nota pueden encontrar un breve perfil biográfico de su vida que finaliza con sus deseos para el día que le tocara partir: “El día que me muera no tienen que llorar. Tienen que bailar, cantar, hacer la fiesta en la Plaza porque hice lo que quise, dije lo que quise y peleé con todo”. En este año la propia Hebe terminó de escribir un libro sobre las memorias de la Filial de La Plata de las Madres, que se publicará en marzo próximo. Por último, acá podés encontrar algunas fotos célebres de su vida. Yo me quedo con ésta en diciembre de 1982, enfrentando a la policía montada en plena marcha de la resistencia. Solo tres madres con un canasto en las manos contra las fuerzas represivas. A las que tuvieron la valentía y el coraje de levantar la voz y poner el cuerpo cuando la mayoría decidió callarse, solo queda darles el respeto y la admiración.
Del rock al fútbol
En una de las primeras entregas de este año te contaba que el Museo Histórico Nacional, ubicado en Buenos Aires, estaba llevando a cabo la exhibición “Los 80: el rock en la calle”. Fui y estuvo increíble. No conozco a nadie que fuera y no le haya encantado. Si te quedaste con las ganas de conocerla, o si queres revivirla, recientemente presentaron el catálogo de la muestra. Se puede descargar libremente acá. Pero la cosa no termina ahí. En el Museo podés ir a conocer otra exhibición: “Tiempo de Revolución”. La misma propone una nueva mirada para entender una etapa fundacional de la historia argentina y americana, atendiendo a diversos temas, espacios y personajes. Y como si fuera poco, se viene una nueva exhibición temporaria llamada “Pasión de multitudes”, que recorre la historia del fútbol argentino desde sus inicios hasta la actualidad y se inaugura el próximo 22 de diciembre.
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No se olviden de Rusia
Arrancamos este año debatiendo mucho la cuestión de la invasión rusa a Ucrania. Hoy en día parece todo eclipsado por el fútbol, pero no quería dejar pasar la ocasión para mencionarte una novedad editorial de Orlando Figes. Figes es un historiador británico considerado de los mayores especialistas en historia de Rusia. Tiene publicados libros que ya son clásicos, como La Revolución Rusa: la tragedia de un pueblo y El baile de Natasha: una historia cultural de Rusia. Recientemente, se publicó en español su último libro, La historia de Rusia. El mismo va desde los inicios de la historia rusa y el impacto mongol hasta la presidencia de Putin. Podés leer las primeras páginas de la introducción acá.
La pandilla del PC inglés
Más allá de la adscripción política e ideológica que cada unx pueda tener, la mayoría de lxs historiadorxs respeta y tiene como lectura obligatoria a la historiografía marxista. Parte importante de eso se lo debemos al llamado Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña, formado en 1946, luego de la Segunda Guerra Mundial. Entre sus miembros podemos encontrar célebres nombres como Eric Hobsbawm, E. P. Thompson, Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill y Raphael Samuel. Lo interesante de sus trayectorias es cómo lograron combinar el trabajo académico (en particular, fundando la revista Past & Present) con la militancia política y proyectos comunitarios. Por ejemplo, Thompson se dedicó a la educación para adultos y al activismo por el desarme nuclear. El grupo se dividió oficialmente en 1956 por los debates que suscitó la invasión de la URSS a Hungría, pero su legado continúa hasta el día de hoy. A partir de la nueva edición del libro Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio de Harvey Kaye, el historiador Alfie Steer escribió este artículo donde revisita el libro y la herencia que nos quedó de la labor intelectual y política de estxs prolíficxs historiadorxs.
Que la pelota no pare de rodar
Arrancamos la entrega del newsletter con el mundial, la terminamos con el mundial. Circularon muchísimas cosas interesantes que relacionaban fútbol e historia. Desde esta fotografía que recupera cómo se vivió en Buenos Aires la final del primer mundial de 1930 hasta este nuevo episodio del Podcast Historiar de la AsAIH, proyecto sobre el que te conté la vez pasada. Esta vez, Daniel Sazbón conversa con Julio Frydenberg -autor del libro que sortea este newsletter- y Pablo Alabarces (tres especialistas en historia y sociología del deporte) sobre la historia del fútbol argentino y los mundiales. Pero para desperdirnos, y cerrar el último popurrí del año, no iba a ser de otra manera que con un par de memes histórico-mundialistas que me cruce en las redes:
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Hasta acá llegamos hoy, cerrando una nueva entrega y otro año de Una Buena Historia. Gracias por estar del otro lado leyendo, que es la condición más importante para que exista este proyecto. Me voy a tomar unas vacaciones veraniegas para reencontrarnos en estos correos virtuales en los primeros meses del año. Recordá que a modo de agradecimiento estoy sorteando entre todxs lxs suscriptorxs el libro Historia social del fútbol. Del amateurismo a la profesionalización, escrito por el historiador Julio Frydenberg y editado por Siglo XXI. Las bases y condiciones son extremadamente fáciles: todxs lxs que estén suscriptos a este newsletter hasta el viernes 16 de diciembre, día que se sortea en un vivo de Instagram, participarán del sorteo. Si te llegó directamente este correo a tu casilla de email, ya estás adentro. Si lo estás leyendo en la página web, no olvides de suscribirte. Para que te pongás manijas de ganarlo, te comparto las palabras de la contratapa:
Hubo un tiempo, los primeros años del siglo XX, en que el fútbol no era parte de la vida cotidiana de la mayoría de los argentinos: se jugaba en los colegios ingleses para fomentar la disciplina, e informalmente en algunos barrios por el gusto del desafío y el honor del vecindario. Entre esta primera etapa en que las canchas de los clubes no estaban en su zona de influencia (el club de Once tenía su cancha en Floresta o Devoto; el de Almagro, en Parque Chacabuco) y la efervescencia que llevó a que se popularizaran y sus hinchas fueran bautizados con provocadores apodos ("millonarios", "diablos rojos", "funebreros" o "leprosos"), el fútbol se convirtió en un espectáculo masivo, y los jugadores, inicialmente amateurs, se transformaron en cracks que brillaban en los medios, como Américo Tesorieri, Fernando Paternoster o Miguel Ángel Lauri. ¿Cómo se produjo esta transformación formidable, que hizo que un deporte creciera al ritmo vertiginoso de los barrios porteños hasta constituir un universo propio, caracterizado por el talento, la destreza y los rituales colectivos? En este trabajo excepcional y novedoso, Julio Frydenberg recorre la evolución del fútbol en la Argentina: cuáles fueron los primeros desafíos entre equipos rivales, los primeros "clásicos", cómo nacieron y crecieron los clubes, cuáles eran las prácticas de los dirigentes, cómo organizaban los torneos, cómo se relacionaba la vida cotidiana de los hinchas con el fervor de cada evento dominguero, cuál fue el rol de los medios en el surgimiento del espectáculo deportivo, qué formas adoptaba la violencia. Historia social del fútbol cuenta con maestría cómo ese deporte fue instalándose y creciendo hasta convertirse en la pasión de multitudes que es hoy.
Para finalizar, recordá que hay diferentes formas en la que podés ayudarme a que siga desarrollando este proyecto autogestionado de newsletter y continuar creciendo, haciendo sorteos como el que te conté recién. Una es compartiendo el posteo en algunas de tus redes sociales. Otra es enviarle el news a algún conocidx que sepas que le pueda interesar. Finalmente, podés aportar a la causa invitándome a un simple cafecito desde 100 pé (si vivís en Argentina) o mediante PayPal (si vivís fuera del país o estás en Qatar alentando a la selección). Y, como siempre, podés responderme a este correo para seguir conversando.
¡Abrazo enorme! Que tengas un muy buen año,
Santiago