El sueño más salvaje
La asombrosa vida de George Mallory y el misterio sobre quién realmente alcanzó por primera vez la cumbre del Everest
¡Hola! ¿Cómo va todo?
Puede ser que te preguntes cómo voy eligiendo los temas para cada entrega del newsletter. La verdad es que voy variando. Si bien tengo una lista propia de tópicos sobre los que quiero escribirte, también estoy atento a si aparecen cosas más de “coyuntura”. Entre esos dos polos me voy moviendo. Por ejemplo, esta vez tenía pensado centrarme en otro problema histórico, pero me empecé a cruzar con muchas notas periodísticas, como está, relatando la efeméride que se cumplió el último lunes 29 de mayo: hace 70 años que, en el marco de una expedición británica, el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay alcanzaron la cima del Monte Everest. El Everest, como seguramente sepas, es la montaña más alta del mundo con 8.848 metros, y recién pudo ser escalada hasta su cumbre en aquel 1953.
Sin embargo, en esta ocasión voy a buscar escaparme un poco de la efeméride y contarte sobre otra historia relacionada con las expediciones pioneras al Everest: la de George Mallory. Resulta que hasta el día de hoy se discute si no fue este alpinista británico la primera persona que realmente puso un pie en el punto más alto del planeta Tierra. En una especie de “anti-efeméride”, acompañame con esta historia que es realmente apasionante y llena de misterios.
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Imperialistas y exploradores
Antes de meternos en el viaje personal de Mallory, dejame presentarte el contexto general. Las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del XX fueron denominadas por el célebre historiador Eric Hobsbawm como “La era del imperio”, en su libro homónimo (posiblemente el mejor de su trilogía). Son los años del desarrollo del imperialismo, donde las principales potencias del mundo disputaron entre sí, formando colonias y semicolonias, los territorios y mercados del mundo. Cómo señala Hobsbawm, son también décadas de auge para la exploración mundial. Exploración, no descubrimientos: ya durante los siglos XV y XVII los europeos habían llegado a los diferentes lugares del planeta, por lo que todas las regiones estaban cartografiadas. En esta época, de lo que se trataba era de explorar los lugares más recónditos del planeta. Por ejemplo, hubo una gran carrera por dominar a los polos: en 1909 se conquistó el polo norte y en 1911 el sur. Las competencias no eran solamente entre personas, sino entre las nacionalidades que representaban. Es que también son los años de un fuerte nacionalismo, tocando muchas veces la xenofobia, como luego quedó plasmado en la Primera Guerra Mundial.
En todo este proceso, la exploración de las montañas no fue la excepción. Si bien la edad de oro del alpinismo europeo fue a partir de mediados del siglo XIX, para los primeros años del siglo XX el foco de interés ya no eran los Alpes sino los picos del Himalaya. Entre ellos, ya se sabía que el más alto era el Everest. En 1852, en la India colonial británica, llegó la noticia de que un topógrafo había señalado con precisión la montaña más alta del mundo, a la que denominó “Pico XV”, ubicada entre la frontera de Nepal y el Tíbet. Posteriormente, en 1865, Andrew Waugh, quien oficiaba como topógrafo general de India, la rebautizó “Monte Everest”, en honor a George Everest, el anterior topógrafo general. Sin embargo, no fueron los primeros nombres que tuvo la montaña: los tibetanos la llamaban Chomolungma (significa “diosa-madre del mundo”), mientras que en Nepal la denominaron Sagarmāthā (“diosa del cielo”). Cuando los dos polos del mundo fueron alcanzados, sólo quedaba un desafío: conquistar el “tercer polo”, el punto más alto de la tierra. En este contexto es donde tenemos que introducir a George Mallory.
¿Quién era George Mallory?
George Herbert Leigh Mallory nació en Inglaterra en 1886. En su adolescencia comenzó a adentrarse en el mundo de la escalada, realizando ascensiones inéditas en Gales, siguiendo los pasos de su maestro Graham Irving. Luego se anotó para estudiar historia en el Magdalene College de Cambridge: en un principio iba a estudiar matemática, pero se cambió a historia porque “quería estudiar una disciplina relacionada con el mundo real”. Bancado al colega.
En el mundo de Cambridge, además de seguir practicando el montañismo en sus ratos libres, estableció contacto con el conocido Círculo de Bloomsbury, un grupo de jóvenes intelectuales británicos, haciéndose amigos de, por ejemplo, Rupert Brooke y James Strachey (también conoció en esa época a Virginia Woolf). Entre sus íntimos amigos figuraba Geoffrey Keynes, el hermano de quien vos estás pensado, John Maynard Keynes, uno de los economistas más importantes del siglo XX (¿te acordás de la entrega dedicada a cómo se formó el FMI?) y otro de los compañeros de Mallory. Incluso se puede entrever por su correspondencia que mantuvo relaciones amorosas con miembros de la universidad como el escritor Lytton Strachey (es interesante cómo en la biografía de Mallory señalan que, desde el mundo montañero, buscan evitar mencionar sus relaciones homosexuales). Finalmente, luego de graduarse y comenzar a enseñar en una escuela, se casó en 1914 con Ruth Turner, con quien tuvo tres hijxs. Ese mismo año se inició la Primera Guerra Mundial, en la cual Mallory se desempeñó como fusilero en el frente francés. Luego del fin de la guerra, retomó su pasión por las montañas, e incluso logró coronar la cima más alta de los Alpes, el Mont Blanc, en 1920.
Conquistar el techo del mundo
Acá volvemos a donde habíamos dejado. Luego del fin de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña retomó el interés en conquistar el punto más alto de la tierra. Para ello reunió a un grupo de alpinistas —entre los que se encontraba Mallory— y topógrafos. Como te conté más arriba, el Everest se encuentra en la frontera entre Nepal y Tíbet. Por lo tanto, hay dos grandes rutas por la que uno se puede acercar a la montaña: por el sur, vía Nepal, o por el norte tibetano. Las primeras expediciones británicas fueron todas por el norte: mientras que Nepal prohibía la entrada a extranjeros, el Tíbet abrió sus fronteras a visitantes de otros países en 1821. Era la oportunidad perfecta para realizar la empresa. En ese mismo año se realizó la primera expedición británica a la montaña, con la aprobación del mismo Dalái Lama, y la primera de las tres en las que participó Mallory. El objetivo, en esta primera instancia, era encontrar un acceso desde el norte para acercarse a la montaña. Luego de debates, internas e incluso la muerte de uno de sus líderes, Mallory logró hallar un paso desde el glaciar de Rongbuk que llevaba directamente al collado norte del Everest. El primer paso estaba dado: ya conocían la ruta para subir la montaña. En ese primer viaje logró escalar picos subsidiarios de más de 7000 metros, dando muestras de su gran capacidad como alpinista.
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El año siguiente, 1922, se organizó una segunda expedición, ahora sí con el gran objetivo de hacer cumbre. El método a seguir fue ir realizando campamentos cada vez más altos, para irse aclimatando y creando postas antes del ataque a la cumbre. Mallory fue el primero que logró llegar a más de 8.000 metros, y sin usar botellas de oxígeno (a las que en un principio se oponía). Al día siguiente de este logro, otros dos miembros de la expedición lo superaron y alcanzaron los 8300 metros. Mallory decidió, entonces, realizar un último ataque a la cumbre. Pero allí llegó la tragedia: una avalancha se llevó puesto al grupo, causando la muerte de siete sherpas (los habitantes de la zona, máximos expertos en el Himalaya).
Sin embargo, Mallory no pudo sacarse de la cabeza su obsesión por el Everest. Parecía completamente hechizado por la montaña. En cartas a su esposa, le escribía cosas como la siguiente: “las formas de las montañas suelen ser fantásticas vistas a través de la niebla, estas eran como la creación más salvaje de un sueño”. En este sentido, viajó a Estados Unidos a patrocinar su próxima expedición. Los periodistas yanquis, intentando comprender sus motivaciones, no dejaban de consultarlo por qué quería escalar el Everest. La respuesta de Mallory se convirtió en su cita más famosa: “porque está ahí”. En solamente cuatro palabras, “because it is there”, resumía su sueño y obsesión.
En 1924, Mallory encaró su última expedición al Everest, ya con 38 años. Esta vez fue acompañado de Andrew Irvine, un estudiante de ingeniería de tan solo 22 años. Si bien tenía poca experiencia en el alpinismo (aunque se había destacado en una expedición previa a unas islas del Ártico), contaba con los saberes más necesitados por Mallory: era especialista en el uso de oxígeno suplementario. Si bien al principio Mallory se negó a utilizarlo por considerarlo antideportivo, tuvo que reconocer que era imposible escalar el Everest sin oxígeno adicional. La cuestión iba muchísimo más allá de apunarse: arriba de los 8.000 metros por sobre el nivel del mar se lo conoce como “la zona de la muerte”, ya que el correcto funcionamiento de los órganos humanos es prácticamente imposible por la baja presión atmosférica que impide respirar niveles normales de oxígeno. (Nota de color: hasta el día de hoy la mayor parte de las ascensiones al Himalaya son realizadas a partir de usar botellas de oxígeno, a pesar de que persiste el debate sobre la ética de su utilización. Las primeras dos personas en lograr subir el Everest sin oxígeno suplementario fueron Reinhold Messner —posiblemente el mejor alpinista de todos los tiempos— y Peter Habeler en 1978. Hasta esa fecha se consideraba completamente imposible lograrlo).
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Luego de un primer intento infructuoso donde Mallory tuvo que pegar la vuelta, fue Edward Norton quien logró llegar a 8560 metros, el récord de altura hasta ese momento, quedando a tan solo 288 metros por debajo de la cima (hoy en día un corredor en la cara norte de la montaña lleva su nombre). Finalmente, Mallory, acompañado esta vez de Irvine, realizó un último intento antes de que las condiciones meteorológicas empeoren (por el clima, son pocas semanas al año en las que es más seguro subir el Everest). Sabía que iba a ser muy difícil volver al Everest, y ya había quedado muy golpeado luego del fracaso de 1922. Esta vez era la vencida, o no volvía. En su diario íntimo, escribió "La suerte está echada. De nuevo por última vez avanzamos por el glaciar de Rongbuk en pos de la victoria o de la derrota final". A todo o nada.
En la mañana del 8 de junio de 1924, Mallory e Irvine salieron del campamento VI, ubicado a 8170 metros, cargando botellas de oxígeno, rumbo a la cima. La niebla envolvió la cima de la montaña, pero pasando el mediodía las nubes se abrieron y permitieron a un miembro de la expedición ver el avance de los dos montañistas. Luego, la niebla volvió, y se terminó desatando una tormenta. Nunca más volvieron a ver con vida a Mallory e Irvine. Era el fin de sus vidas, pero el principio de un misterio que llega hasta la actualidad.
El sueño hecho realidad
Los británicos lanzaron nuevas expediciones en los años siguientes al Everest, pero ninguna prosperó. Entre el fracaso persistente y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la conquista del techo del mundo se postergó. En los años siguientes al fin del gran conflicto bélico del siglo pasado, las condiciones diplomáticas en el Himalaya habían dado un giro de 180 grados: en 1949, Nepal abrió sus fronteras a los extranjeros; mientras que en 1950 el régimen comunista de Mao Tse-Tung que gobernaba en China cerró el acceso al Tíbet para los visitantes. Los nuevos intentos debieron, por lo tanto, ir desde el sur, por el lado nepalí. De esta forma, en 1953, es que Hillary y Norgay alcanzaron la cima y cumplieron el sueño que tanto añoró Mallory. En este nuevo contexto, diversos países patrocinaron sus propias expediciones al Himalaya. Incluso el presidente Perón envió una expedición a coronar el Dhaulagiri en 1954, la séptima montaña más alta del mundo, que se encontraba sin escalar y se consideraba una de las más difíciles del Himalaya. El teniente Francisco Ibáñez llegó a los 8050 metros, a casi 100 de la cima, en una proeza para la época, ya que siguió una de las rutas más complejas. Lamentablemente, falleció días después en un hospital de Katmandú por las congelaciones que había sufrido en los pies.
En los siguientes años, muchos alpinistas y aventureros incursionaron en el Himalaya, buscando trazar rutas cada vez más novedosas y difíciles, e incluso se arriesgaron a conquistar montañas en invierno o sin oxígeno adicional. El gran cambio llegó en las últimas décadas con el auge de la comercialización del montañismo: grandes empresas, tanto extranjeras como nepalíes, ofrecen la posibilidad de hacer cima a cambio de muchos miles de dólares. Ellos se encargan de todo para que sea más sencillo el ascenso: te cargan el equipo, te preparan la carpa y la comida, te llevan el oxígeno, ponen cuerdas fijas en todo el camino. Todo esto despierta polémica, ya que los defensores del “estilo alpino” clásico son muy críticos con este sistema. Los resultados son evidentes: largas colas para los días que el clima permite hacer cumbre (se hizo viral esta situación en el 2019, por las muertes ocasionadas por las demoras), grandes cantidades de basura (ayer me crucé con este reel en Instagram) y la experiencia que pasó de ser una aventura reservada para pocos valientes a una checklist de lugares donde tenés que sacarte una foto para subir a tus redes. Como si fuera poco, otra cosa que se amontona en la parte alta de la montaña son los cadáveres. Sí, así como lees. Resulta muy difícil bajar los cuerpos de quienes fallecieron en la “zona de la muerte”, por lo que son dejados en la montaña. Literalmente para subir el Everest tenés que pasar por encima de quienes no lograron hacerlo. Es notorio como al poner el foco en un aspecto muy marginal de la realidad social, como es el montañismo, uno puede observar el propio desarrollo del capitalismo: de la expansión imperialista y las campañas con tintes nacionalistas de finales del siglo XIX pasamos en este nuevo milenio a la mercantilización de absolutamente cada faceta de la realidad social. Ahora bien, volviendo a lo nuestro: ¿qué fue lo que pasó con Mallory e Irvine?
Un siglo de misterios, enigmas y debates
Luego de que los montañistas no volvieran al campamento, el resto de la expedición esperó un par de días más, incluso con miembros ocupando el último campamento de altura, pero no hubo noticias de ambos escaladores y la misión de 1924 fue finalmente abandonada. Mallory e Irvine se convirtieron en héroes y mitos nacionales. Hasta se realizó una misa en su honor en la mítica Catedral de San Pablo, en Londres, a la que acudió el propio rey.
La pregunta obvia fue: ¿lograron alcanzar la cima? Esta duda es, posiblemente, el gran enigma del montañismo. Para entender el debate, es importante detenernos en un dato geológico de la montaña: el llamado segundo escalón del collado norte. Si uno se propone subir el Everest por la ruta tibetana, en la zona de la muerte tiene que superar tres “escalones” (steps en inglés), es decir, montículos de rocas a ser escalados. De estos tres, el más complicado es el segundo: una formación rocosa de 50 metros, que fue el verdadero obstáculo que encontraron las expediciones para subir el Everest por el lado norte. Es más, hasta el día de hoy para subir por esta ruta hay que hacerlo a través de unas escaleras que fueron ubicadas en el segundo escalón por una expedición china en 1975. Se armó mucho debate porque la persona que aseguró haberlos visto cambió muchas veces su versión sobre si se encontraban debajo del segundo escalón o si lo habían superado. El dato no es menor: si se comprueba que lo habían escalado, las chances de que hayan logrado hacer cumbre crecen notablemente. Sin embargo, la opinión con más consenso entre los montañistas es que, con los equipos de la época y la gran altura en la que se encontraban, era prácticamente imposible escalar el segundo escalón.
Más allá de que si el Everest fue escalado casi 30 años antes de 1953, también se discute sobre qué les pasó a Mallory e Irvine. Hay mil teorías. Voy a intentar limitarme a los hechos. En otra expedición británica de 1933, encontraron la piqueta que pertenecería a Irvine sobre la cara norte de la montaña (esa misma expedición logró superar los 8500 metros, incluso sin el uso de oxígeno adicional, pero no logró superar la dificultad del segundo escalón). Sin embargo, nunca más hubo novedades sobre la suerte de los alpinistas. Hasta 1999, 75 años después de sus desapariciones.
Ese año, una expedición corrió tras la pista de la piqueta encontrada en 1933, postulando que era posible hallar el cuerpo de Irvine. De esta forma, realizaron un rastrillaje de la parte superior de la cara norte de la montaña. En esa búsqueda, el montañista Conrad Anker encontró, a los 8159 metros, un cuerpo con antiguas ropas británicas. Pero lo más asombroso fue que no era el de Irvine: en la remera figuraba el nombre de George Mallory. Eran, efectivamente, sus restos. La noticia causó un gran impacto, y reabrió las discusiones sobre la suerte de los alpinistas. Los restos óseos muestran que había sufrido una caída, ya que tenía fracturada la pierna derecha y un fuerte golpe en la frente. Además, tenía marcas de cuerdas en la cintura, lo que parece señalar que estaba atado con Irvine cuando cayó. Entre sus ropas se encontraban varias de sus pertenencias, como guantes de nieve, una navaja y una brújula. Además, sus gafas de sol estaban en su bolsillo. Pero lo que despertó todo tipo de conjeturas no fue lo que encontraron, sino lo que faltaba: una foto de su esposa Ruth y su cámara de fotos Kodak.
Vamos por parte. Las gafas de sol eran necesarias por el reflejo de la nieve. Que no las llevase puestas y que las tenga guardadas podría marcar que cayeron cuando estaban descendiendo por la noche. Pero el punto principal radica en que no tenía encima la foto de su esposa: él le había prometido que la iba a dejar en la cima. ¿Era una señal de que lo había logrado? La única manera de saberlo y de terminar con las teorías era encontrando la cámara de fotos que llevaban: si habian alcanzado la cima, tenian que haberle sacado fotografías. Por las bajas temperaturas que presenta la montaña en esas alturas, es probable que el rollo se encuentre bien conservado. Pero, lamentablemente, parece que la tenía Irvine, no Mallory. Por eso también era que buscaban su cuerpo en 1999. Expediciones posteriores siguieron buscando los restos de Irvine, pero sin suerte. Se cree que cayó en alguna grieta del glaciar, y que por eso nunca será hallado.
Entonces, ¿lograron Mallory e Irvine coronar el Everest en 1924? Muchos se aferran a pistas como la de la foto de la esposa de Mallory para creer que sí. Sin embargo, las conjeturas apuntan a que no fue posible que hicieran cima: no se cree que hayan logrado escalar el segundo escalón, sumado a que salieron muy tarde del último campamento y que los agarró una tormenta en el ascenso. Sin embargo, la respuesta final a la pregunta está en el rollo de esa cámara de fotos.
Si quedaste manija con esta historia, te dejo algunos materiales para profundizar:
Una excelente infografía de las expediciones.
“The Wildest Dream: Conquest of Everest” del 2010 es un muy buen documental realizado por la BBC donde recorren paso a paso la historia de Mallory y su última subida. Un par de alpinistas buscan, equipados de forma similar a Mallory e Irvine, descifrar si era posible escalar de forma libre el famoso segundo escalón. El documental cuenta con imágenes de archivos y con la narración de grandes actores como Liam Neeson, Ralph Fiennes, Natasha Richardson y Alan Rickman (en una época estaba en Amazon Prime, no sé ahora).
El libro “Mal de Altura” de Jon Krakauer, que relata en primera persona el desastre ocurrido en el Everest durante la temporada de 1996, donde ocho personas murieron en un solo día atrapadas en una tormenta de nieve. Consecuencias de la etapa de las expediciones comerciales. Sobre esto se hizo la película “Everest” en el año 2015 (está en Star+ y Flow).
En otro documental de National Geographic, titulado “Perdidos en el Everest”, del año 2020, una expedición se propuso encontrar el cuerpo de Andrew Irvine (está en Disney Plus),
“The Epic of Everest” es un documental realizado únicamente con imágenes y filmaciones originales de 1924. Acá el trailer.
“La senda de la gloria”, una novela del británico Jeffrey Archer que recorre de forma ficcional la vida de Mallory. Se está trabajando en una adaptación cinematográfica protagonizada por Ewan McGregor (a.k.a. Obi Wan Kenobi) como Mallory.
La biografía “Vida y pasiones de Mallory”, escrita por Peter y Leni Gillman.
Popurrí
Nueva historia de las mujeres
Arrancamos este popurrí con una recomendación que quedó fuera de la última entrega centrada en libros recientes de historia. Se presentó y publicó la colección “Nueva historia de las mujeres en Argentina”, dirigida por Débora D´Antonio y Valeria Pita, dos de las principales historiadoras especialistas en historia de género de la Argentina. La obra recorre la experiencia colectiva de mujeres durante más de tres siglos, y contó con la colaboración de numerosos investigadorxs de todo el país. Ya se publicaron, por la editorial Prometeo, tres volúmenes, y se espera un cuarto centrado en la historia reciente. Se puede chusmear acá el índice del volumen 1, el 2 y el 3.
Mini popurrí arqueológico
Fueron semanas intensas para la arqueología, ya que hubo descubrimientos de todos los gustos y colores, y en todas las latitudes que se te ocurran. En China, descubrieron una momia de hace dos milenios que, sostienen, es la mejor conservada que existe, puesto que cuenta hasta con piel en buen estado. Hablando de momias, en Egipto hallaron nuevas tumbas y un par de talleres donde realizaban el proceso de embalsamamiento de las momias. Por último, más cerca de nuestras tierras, encontraron en Perú una tumba intacta de un jerarca de la cultura Chancay con un milenio de antigüedad.
Selfies con el Titanic
También hubo novedades con el Titanic: realizaron el primer escaneo completo de sus restos en 3D, a casi 4000 metros de profundidad. Para eso, le sacaron más de 700.000 fotos durante 200 horas. Linda sesión de fotografía. Los videos que hicieron de la reconstrucción son excelentes.
Ya que estamos con hundimientos y restos, te comparto esta otra noticia. Un poco más lejos en el tiempo, también encontraron el cargamento de lo que presumen es el primer buque hundido del que se tenga registro en el Mar Mediterráneo. Lo bizarro es cómo: un tipo estaba nadando en las costas de Israel y se cruzó con columnas de mármol de hace más de 1.800 años. Cosas que pasan.
Las multitudes en la historia argentina
Entre las nuevas producciones de Canal Encuentro figura la serie documental “Ocho lecciones de historia. Multitudes argentinas”. Lo novedoso de esta propuesta es que, además de centrarse en el sujeto popular y las multitudes en la historia argentina (desde la Guerra del Paraguay hasta el Cordobazo), también busca pensar cómo estos temas son abordados en el ámbito educativo. Cuenta con la conducción de Javier Trímboli, además de la participación de un nutrido elenco de historiadorxs y docentes cómo Fabio Wasserman, Gabriel Di Meglio, Irene Cosoy, Carla Iantorno, Gabriela Mitidieri, Sergio Wischñevsky y Karin Gramático. Un avance se puede ver acá, y en este otro link pueden ver el primer capítulo centrado en la Guerra del Paraguay.
Argentina elige, 1983
Finalizamos con otra novedad relacionada con los 40 años de democracia. El Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Torcuato Di Tella inauguró la exposición “Argentina elige: La campaña electoral de 1983 en afiches”. En ella se pueden ver diferentes afiches, volantes y propagandas audiovisuales sobre la estrategia de los partidos políticos de cara a las elecciones que marcaron la vuelta a la democracia. Estará abierto para el público en general el domingo 4 y sábado 10 de junio entre las 11.00 y las 16.00hs. Te podés inscribir acá.
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Hasta acá llegamos hoy. Si estás sospechando que me gusta mucho leer y ver cosas relacionadas con el mundo de las montañas, estás en lo correcto. Fue lindo poder compartirte algo de todo eso hoy en esta entrega del news.
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¡Abrazo! Hasta la próxima,
Santiago